Hoy cuando he recibido esta nueva entrega de “Palabras al oído” que, cada semana llegan fiel y puntualmente a mis manos, escritas por nuestro querido y buen amigo Don José Miguel Núñez Moreno, SDB , he podido recordar casi con una nitidez total, aunque eso si, he de decir que hace cerca de 50 años, fue cuando tuve la dicha y el honor de escuchar en persona a este autentico Mártir y “Santo” sacerdote salesiano Don Rafael Infante, ya que por aquellos años cincuenta y tanto, nos daba clases de Religión en el Colegio Salesiano de la Stma. Trinidad de Sevilla y con la sencillez, humildad, bondad y carisma que poseía, pudimos escuchar su ejemplar testimonio y como nos narró, con esa parsimonia que le caracterizaba, - puede que fuera junto con su peculiar forma de andar algunas de las muchas secuelas que le dejaran las balas que, recibió en su cuerpo – pero nos dijo entre otras cosas… “que tras sufrir el fusilamiento cayó al suelo gravemente herido y su cuerpo ensangrentado y que, cuando se acercaron para darle el tiro de gracia, pero viendo su estado, exclamaron ¡este esta muerto! y lo arrojaron a un camión bruscamente con los demás cadáveres siendo trasladados a las afueras del pueblo y como se hizo de noche, fueron descargados y abandonados todos los cuerpos, para ser arrojados al día siguiente a una fosa común, momento que aprovechó para ir medio arrastrándose hasta un lugar seguro… Los que tuvimos la suerte de conocerlo y tratarlo, descubrimos en el, todo un hombre de Dios, todo un sacerdote salesiano Santo…

PALABRAS AL OÍDO – Año II – Número 22 Semana 42/2007

Mis queridos amigos:

La sangre de los mártires, derramada por testimoniar

el nombre del Señor, ha sido siempre semilla fecunda

de vida nueva para la comunidad cristiana y esperanza

de un horizonte de reconciliación y perdón.

En estos días he tenido la oportunidad de acercarme a

un documento impresionante. Uno de los salesianos

que fueron fusilados en Morón de la Frontera - don

Rafael Infante- malherido y ensangrentado logró escapar

después de haber sido abandonados los cadáveres

a las afueras del pueblo al anochecer para ser enterrados

en una fosa común al día siguiente.

Nos ha dejado escrito, de su puño y letra, el relato de

aquellos acontecimientos estremecedores y horribles.

Testigo de excepción de cuanto ocurrió, su narración

cobra un valor inestimable para conocer cuánto acaeció

entre el 18 y el 25 de julio de 1936. Un cuaderno

ajado, una tinta algo desvaída por el tiempo y una

nítida caligrafía nos devuelven el horror de aquellos

días en los que muchos fueron perseguidos por ser

cristianos y asesinados por no haber querido renunciar

al nombre de Cristo. Nadie podrá manipular su

recuerdo ni politizar su memoria. Fueron, sencillamente,

seguidores del Crucificado hasta compartir su

misma suerte.

Hechos prisioneros don José Limón, don José Blanco

y don Rafael Infante, los tres salesianos fueron conducidos

a la cárcel maniatados. Tras varios días encerrados

en los que el miedo, el hambre y la incertidumbre

no pudieron sofocar el ánimo y la confianza, fueron

sacados del cuartel con la promesa de que no iban a

hacerles daño. Escribe don Rafael, con un realismo

impresionante:

“(…) se les cacheó e intimidó a avanzar en esa actitud

calle arriba hasta el ayuntamiento. ¡Qué soledad más

angustiosa por aquellas calles con sus puertas y balcones

cerrados! Solamente dos parejas de revoltosos armados

hasta los dientes, mientras los demás seguían parapetados

y lanzando los últimos pertrechos de guerra contra el

cuartel, les acompañaban a… ‘Vayan tranquilos, decían

repetidas veces ante la actitud desconfiada de muchos,

que no les harán nada’. Todavía sonaban estas palabras

en los oídos cuando, al torcer la esquina hacia el llamado

Angostillo, se ofreció a la vista el espectáculo de más de

una veintena de hombres parapetados en los balcones de

la casa de (…) y que en actitud amenazadora encañonaban

a sus víctimas incesantemente. Unos momentos

de indecisión y confusión (…) sonó una descarga cerrada.

Después de más de cinco minutos de intenso y horroroso

tiroteo yacían todos exangües y moribundos sobre el

piso de la calle (…) Eran las 7.30 de la tarde. A poco

más de las 8.30 después que se despidieron los camaradas

venidos de Montellano, apareció un camión de carga

para transportar los cadáveres. Mas durante esta larga

hora de horrores, los que estaban parapetados en los

balcones no cesaron de disparar a intervalos contra sus

víctimas, logrando así acallar los quejidos de los que aún

tenían un aliento de vida y se revolvían con las ansias de

la muerte”.

Impresionante testimonio de quienes murieron perdonando,

viendo venir el final y afrontándolo con decisión

y confianza. En la cárcel, don José Limón, don

José Blanco y don Rafael Infante fueron conscientes de

lo que sucedía y decidieron seguir adelante por coherencia

y fidelidad al Evangelio. Sus nombres, junto a

los de tantos otros seguidores del Maestro, están escritos

en el cielo.

Buena semana. Vuestro amigo,

José Miguel Núñez

inspector@salesianos- sevilla.com